¿Sientes que el estrés laboral está llegando a un punto en el que te está afectando tu bienestar físico y emocional?
Pide ayuda en terapia.
Cuando acudir a terapia por estrés
El estrés es una parte natural e inevitable de nuestras vidas, ya que nace de la interacción entre nosotros y el entorno que nos rodea. Necesitamos el estrés para poder adaptarnos a los cambios constantes que se producen en nuestra vida.
Gracias al estrés nuestro cuerpo se prepara para hacer frente a la nueva situación, decide qué conductas llevar a cabo para hacerlas de la manera más eficiente posible. Cuando la situación se ha solucionado, termina la respuesta de estrés y el cuerpo vuelve a su estado de equilibrio. Esto sería el estrés sano.
Cuando una persona dice “estoy estresada”, lo que está sintiendo es un estrés excesivo. Y es algo subjetivo y personal, depende: de la situación desencadenante, la interpretación que hacemos y los recursos o habilidades de que disponemos para enfrentarnos a ella. Cuando ésta situación está relacionado con el trabajo se llama Burnout o agotamiento laboral extremo, causado por el estrés prolongado, donde la persona se siente desbordada, agotada y pierde la motivación en su trabajo o actividades cotidianas.
El estrés genera un desgaste importante para el cuerpo, y es útil hasta cierto punto, pero si se excede, puede tener efectos negativos.
¿Reconoces algunos de estos síntomas?
Nivel físico: aumento de la tensión arterial, palpitaciones, hiperventilación, problemas estomacales, de la piel, dolores de cabeza, de espalda…disminución del deseo sexual, problemas de erección…
Nivel mental: incapacidad para concentrarse, más errores y fallos tontos, falta de memoria, tener mucho que hacer y no saber por dónde empezar…
Nivel emocional: irritabilidad, impaciencia, depresión, lloros incontrolables, baja autoestima…
Nivel conductual: cambios en los hábitos saludables, insomnio, aumento de consumo de drogas, conductas compulsivas…
¿Cómo te puedo ayudar?
En consulta trabajaremos juntos para:
Entender el estrés, sus mecanismos y sus fuentes desencadenantes.
Conocerte mejor: tus fortalezas y puntos débiles.
Identificar cuando tienes el control y cuando no: saber dónde podemos hacer cambios, trabajar ideas irracionales sobre el control.
Técnicas de respiración, entrenamiento autógeno, relajación muscular.
Detectar errores de pensamientos, aprender a interpretar sin sesgos.
Habilidades de comunicación: trabajar la asertividad, aprender a poner límites, a pedir cambios de conducta.
Gestionar el tiempo, poner objetivos, aprender a delegar.
Cambiar hábitos poco saludables, nuevas estrategias.